Si te cuento lo que me pasó no me lo vas a poder creer.
¿Te cuento?.
Bueno pero después no digas que no te avisé.
Andaba caminando por la pradera en uno de esos típicos días de primavera, con el sol jugueteando en mi espalda.
Debe haber sido en los primeros días de Abril…
¿Cómo? ¿Que abril es otoño y no primavera? Está bien, pero yo estaba en el norte…
Que? Estados Unidos? Canadá?
No, no, en Salta, bueno como te iba diciendo, iba caminando por la pradera y algo llamó poderosamente mi atención.
En dirección a mí venía caminando algo azul y me miraba con su único cuerno. Lo reconocí inmediatamente, si, sí, claro, seguro que era el de Silvio.
Se me dibujaron los pesos en los ojos. …
¿Qué como me miraba con el cuerno? Ahora que lo pienso…, debe ser por eso que no me vió y pude agarrarlo tan fácil. Claro, un ojo para cada lado.
De cualquier manera, eso no viene al caso, la cuestión es que busqué algo con que atarlo, da la casualidad que justo veo que pasa una liana, ahí nomás la tomé y sentí un golpe sordo como de algún cuerpo que caía.
Me doy vuelta y lo veo a Tarzán, que iba en esa liana, imaginate, yo lo frené de golpe…
si, si, bien de golpe,
pero como iba yo a saber que él pasaba por ahí?
Bueno, no importa, él está acostumbrado a los golpes, así que yo até al Unicornio en una piedra redondeada que encontré allí y lo dejé pastando.
Ahora tenía que avisarle a Silvio, pero cómo?
Busqué en los alrededores y encuentro una cabina de teléfono… ¿Qué? ¿Un locutorio? No, no, una de esas típicas cabinas que hay en las rutas y ciudades, cuadradas, de vidrio.
Me acerco para llamar y alguien me empuja y pasa primero.
-Eh!, le digo, ¿Qué te pasa?
Pero ahí me di cuenta que era Clark, me quedé tranquilo, pensé
–es cosa de un segundo, seguramente alguna emergencia por aquí cerca.
Pero el tipo no salía.
Por el contrario, apurada como él también entro Diana.
Yo pensé que debía ser grande la emergencia para que Superman y Mujer Maravilla tuvieran que actuar juntos y por lo que vi, debe haber sido así nomás porque apenas entró Diana empezaron a sacarse la ropa y se ayudaban el uno al otro, pero después no pude mirar más por que se empañó el vidrio de la cabina y seguían sin salir.
Decidí buscar otro medio para darle la buena nueva a Silvio.
Busco y busco, al pasar por una plaza, descubro en la rama de un árbol al Palomo Mensajero.
Si le pido a él, seguramente me hará la gauchada y le llevará el mensaje a Silvio, me acerco para hablar con él y en ese momento un ruido espantoso hace que yo me tiré de cabeza al suelo, se sintió una fuerte explosión y cuando pude levantar la cabeza veo que el árbol no estaba más.
En su lugar, destruido, un avión extrañísimo y saliendo del mismo a Piernodoyuna rezongando y a Patán riéndose, obviamente, del palomo ni noticias.
Maldiciendo mi mala suerte, sigo con la búsqueda de algún medio de comunicación.
En la otra punta de la plaza veo un indio Sioux haciendo señales de humo… (1)
¿Qué? ¿Qué hacía un sioux en Salta? Que se yo, creo que había una convención de indígenas.
La cuestión es que estaba ahí y listo para enviar mensajes.
Le explico lo que pasa y el me dice que en cuanto retransmita el mensaje que está recibiendo le dará curso al mío.
Curioso le pregunte que decía el mensaje, me miró y me dijo
– Hay humo en el horizonte.
Y yo le digo
- si, ya sé que hay humo en el horizonte pero ¿Qué dice?
Y él vuelve a repetirme
–Hay humo en el horizonte.
Así le repregunté tres o cuatro veces y el tipo seguía
–Hay humo en el horizonte.
Que querés que te diga, me saqué y le di unas cuantas patadas en el traste para que no me cargara más.
Cuando me estoy alejando siento que el sioux se quejaba y decía
- ¿Qué culpa tener yo que mensaje decir “hay humo en el horizonte”?.(2)
Mi problema de fondo seguía sin resolverse.
Caminaba buscando una solución y pensando en como reunirme con los cien mil o un millón que prometió Silvio cuando veo una polvareda acercándose.
Al llegar junto a mí, se detiene y me dice
-¿Voy bien p’al sur, chei?
En ese momento, lo reconocí, era Patoruzito montado en su fiel amigo Pamperito.
¿Cómo que hace ahí?¿No te dije que había una convención de indígenas?.
Dejame que te siga contando, yo pensé que podría aprovecharme del buen corazón de Patoruzito y entonces le expliqué mi problema. Bah! En realidad le conté del pobre Silvio, que está desesperado porque perdió su unicornio y que yo lo encontré y que quiero avisarle pero que no encuentro la forma y entonces él se ofrece a ir a buscarlo que en definitiva era lo que yo quería, obviamente no le dije nada de la recompensa, primero porque no quería que pensara que sólo me interesaba eso y segundo por que no la iba a compartir con él que es dueño de media patagonia y puede nadar en plata ¿no te parece?
Patoruzito se despide de mí diciendo
–gueno, si p’allá iba p’al sur doy la guelta y voy p’al norte, hasta Cuba no paro y no te preocupes que al Silvio ése yo te lo traigo, pues.
Ya más tranquilo y convencido que Patoruzito traerá a Silvio vuelvo al lugar donde dejé al unicornio pero no lo encuentro, no está, lo dejé pastando y desapareció igual que como le pasó a Silvio.
Veo que sentada al lado de un árbol hay una liebre descansando, entonces le pregunto:
-¿Ud hace mucho que está acá?¿No vió un unicornio azul que yo había dejado atado en una hermosa piedra redondeada?
Y ella me contesta
– Sí, hace rato que estoy acá, esperando a ver si esa tortuga me alcanza pero jamás me ganará ja, ja, ja. Y sí, al unicornio lo ví pero no estaba atado a una piedra sino a otra tortuga.
-¿sabe para donde fueron? Le pregunto y me dice
– la verdad que no. Porque me quedé dormida, a propósito que hora es?
– Las siete y diez de la tarde, le digo, pegó un salto y salió disparada gritando
– voy a perder, voy a perder, y yo le grito
– deme algún otro dato antes de irse que me ayude a encontrarlos.
Y desde allá muy lejos oigo la voz de la liebre que me grita
–Manuelita! La tortuga se llama Manuelita.
Y ahí me quedé yo con el gran dilema.
¿Manuelita estaría yendo o viniendo?